sábado, 23 de abril de 2011

Sabor de amor

Llevo muchos meses engañándome a mi mismo, haciéndome creer que todo se había acabado, buscando el polen en otras flores, pensando que todo medicamento tiene un genérico que tiene los mismos efectos.
Una persona que veo muy de cuando en cuando me ha hecho despertar a la realidad, sin saber exactamente que lo estaba haciendo. Me ha hecho darme cuenta que no siempre los genéricos son una solución para las enfermedades, y menos cuando una enfermedad está más arraigada de lo que uno es capaz de asumir y aceptar.
Pero me he dado cuenta de que necesito intentar que me receten esa medicina, intentar que esa farmacia que se encuentra permanentemente cerrada para mi abra, aunque solo sea durante medio minuto y ver si tiene a bien canjearme la receta por la medicina.
Sé lo que tengo que hacer. Sé lo que tengo que decir en una de las múltiples conversaciones que tenemos. "Creo que tú y yo tendríamos que probar a compartir algo más que una amistad. Pero eso solo será posible si tú crees en ello tanto como creo yo". Y en un mundo irreal, en un mundo soñado, ella me dirá: "Yo creo en ello también, intentémoslo".
Pero para que se desencadenen esos acontecimientos se necesita una medicina básica: la medicina del valor. La medicina que haga desaparecer el miedo que me da que la farmacia no me quiera recetar esa solución. La medicina que me quite el miedo a perderla para siempre. Aunque solo sea como amiga, como una preciosa chica de ojos verdes que me regala su sonrisa cada vez que nos cruzamos en el trabajo o nos tomamos unas cervezas en nuestro tiempo libre. Y creo que esa medicina no está inventada. Por lo menos para un corazón miedoso y cobarde como el mío.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Cuando estás en esa situación da miedo hablar claro a la otra persona, por miedo a que no sienta lo mismo que tú. Pero tú seguro que ya sabes si los tiros van por donde van tus tiros, no sé si me explico... no te planteas nada si no ves que hay un mínimo de "feeling" con ella, no? De todos modos, estar en ese punto muerto es una agonía, así que siempre será mejor planteárselo y que te diga que no (en el peor de los casos, claro) a quedarte con esa incertidumbre, y con esa sensación de cobardía.
Muchos ánimos, y adelante. Pase lo que pase, avanzarás en tu camino.
Besos

hesisair dijo...

El problema es que todos sabemos que la cosa no volverá a ser lo mismo después de esta conversación.
Si es que sí, genial; si es que no, perderla como amiga es demasiada pérdida.
Gracias por dar tu idea, sigo sin saber qué hacer todavía :-)