sábado, 23 de abril de 2011

Sabor de amor

Llevo muchos meses engañándome a mi mismo, haciéndome creer que todo se había acabado, buscando el polen en otras flores, pensando que todo medicamento tiene un genérico que tiene los mismos efectos.
Una persona que veo muy de cuando en cuando me ha hecho despertar a la realidad, sin saber exactamente que lo estaba haciendo. Me ha hecho darme cuenta que no siempre los genéricos son una solución para las enfermedades, y menos cuando una enfermedad está más arraigada de lo que uno es capaz de asumir y aceptar.
Pero me he dado cuenta de que necesito intentar que me receten esa medicina, intentar que esa farmacia que se encuentra permanentemente cerrada para mi abra, aunque solo sea durante medio minuto y ver si tiene a bien canjearme la receta por la medicina.
Sé lo que tengo que hacer. Sé lo que tengo que decir en una de las múltiples conversaciones que tenemos. "Creo que tú y yo tendríamos que probar a compartir algo más que una amistad. Pero eso solo será posible si tú crees en ello tanto como creo yo". Y en un mundo irreal, en un mundo soñado, ella me dirá: "Yo creo en ello también, intentémoslo".
Pero para que se desencadenen esos acontecimientos se necesita una medicina básica: la medicina del valor. La medicina que haga desaparecer el miedo que me da que la farmacia no me quiera recetar esa solución. La medicina que me quite el miedo a perderla para siempre. Aunque solo sea como amiga, como una preciosa chica de ojos verdes que me regala su sonrisa cada vez que nos cruzamos en el trabajo o nos tomamos unas cervezas en nuestro tiempo libre. Y creo que esa medicina no está inventada. Por lo menos para un corazón miedoso y cobarde como el mío.

jueves, 14 de abril de 2011

Reencarnación

Se había despertado tumbado en su cama, con una sensación extraña. No recordaba nada sobre lo ocurrido antes de quedarse dormido, e incluso tenía la sensación de que no había ocurrido realmente nada. Lo único que si recordaba era su nombre.
En la mesilla se encontraba un billete de tren para media mañana. Extrañamente su origen era sólo “Estación” y en el lugar del destino solo se veía un grupo de números: 121212. Pegado al billete había una nota escrita en un post-it que decía “llegar con tiempo suficiente y sin equipaje”.
Tenía tiempo de sobra, así que se lavó y duchó tranquilamente y se dispuso a desayunar. Cuando terminó, se dio cuenta de que si conocía dónde estaba la estación, pese a no saber cuál era la población en la que se había despertado.
Cavilando sobre ese tema se acercó a la estación y comprobó que eran muchísimos los viajeros que se encontraban allí. Miró el tablón de salidas y llegadas y sorprendido se percató de que su tren era el único que salía listado. También le sorprendió ver que con la cantidad de viajeros que había, ninguno parecía conocerse y guardaban un profundo silencio. Más sorprendido se quedó cuando al intentar entablar una conversación con uno de ellos tuvo la sensación de quedarse en blanco y no fue capaz de hacerlo.
Cinco minutos antes de la hora, un tren paró en el andén, y todos los que se encontraban esperando comenzaron a entrar, en silencio absoluto. Él siguió a la masa y entró en uno de los vagones para buscar su asiento. Lo encontró rápido y pronto se encontró rodeado de varias personas que también tenían adjudicada la misma zona.
Sentada delante suyo se encontró a una mujer. Extrañamente se sintió atraído por ella. Tenía el pelo largo, castaño, con unos preciosos ojos verdes. Se quedó absorto mirándola, sin razón aparente no podía fijar su mirada en otro lado, hasta que ella le dijo: “Para que te enamores de mí y yo de ti todavía nos quedan muchos años”. La miró extrañado sin entender lo que le acababa de decir, pero cuando le iba a preguntar escuchó la megafonía que decía: “12 de diciembre de 2012, los que nazcan este día se preparen para la salida”.

Una luz cegadora le golpeó en los ojos y comenzó a llorar. No sabía quién era, dónde estaba ni qué había pasado antes. Acababa de nacer a la vida. Ella le esperaba en el futuro, aunque él había dejado de saberlo.