miércoles, 16 de septiembre de 2009

Reality Bites

El despertador volvió a sonar a la hora de siempre. La hora de siempre esa semana, claro, porque el trabajo a turnos no le permitía despertarse dos semanas seguidas a la misma hora. Eran las cinco y media de la mañana y la ciudad no había comenzado todavía a desperezarse. Como toda la semana fue de manera mecánica a la cocina para tomar su tazón de leche con dos magdalenas, al baño para ducharse y lavarse los dientes y acabó en su cuarto poniéndose el uniforme de trabajo. A las seis y cinco, como todos los días, cerraba la puerta de casa y bajaba a por el coche.

Trabajaba en las afueras de la ciudad, en un polígono industrial, y, también como siempre, llegó el primero, tan sólo su jefe estaba en el almacén. Saludó, recibió las órdenes del día y fue a saludar a su compañero del turno de noche para que le dijera como quedaba todo y se fuera a dormir.

Aquel viernes transcurría con la misma normalidad de todos los días. Un compañero y él controlaban la máquina que, afortunadamente, no daba problemas. A éso de las once de la mañana llamó ella. “¿Te apetece un café?”.”Claro”. Realmente le jodía la situación. Estaba perdidamente enamorado de ella desde hacía mucho tiempo, pero nunca había sabido qué le pasaba por la cabeza. Hubo una época en que creía que ella le correspondería, pero siempre le cortaba cuando él quería profundizar, así que había decidido cerrar de nuevo su corazón y tratar de obviar esos sentimientos. Creía que ella tenía tanto miedo como él a comenzar una relación, que había tenido también una mala experiencia que la había cerrado en banda, pero nunca se atrevía a decírselo. En definitiva, eran amigos desde tiempo antes que todo estallara en su mente y no quería que dejara de ser así, por lo que fue a tomar el café con ella. Cuando acabaron e iban cada uno a su oficina, ella se volvió y le dijo: “A la salida espérame”. “¿Para qué?”. “Hablamos”, respondió ella escuetamente.

No le dio mucha importancia a esas palabras. Igual quería quedar ese fin de semana para tomar un café y echar unas risas, o simplemente quería tocarle las narices como hacía cuando estaban juntos. Cuando acabó la jornada laboral, salió y esperó. Ella tardaba en salir y se estaba cansando, pensando ya en irse para su casa, pero esa chica seguía atrapándole lo suficiente como para esperarla. Así que aguantó hasta que ella salió. Se había cambiado y se había quitado el uniforme, demostrando lo guapa que podía estar con ropa de calle. Se pusieron a hablar y fueron hacia los coches. Y de repente, sin saber por qué, ella se le acercó y le besó. En un principio no supo como reaccionar, tanto que notó como ella iba a separarse, por lo que reaccionó y la tomó cariñosamente del cuello para corresponder al beso.
El mundo se paró a su alrededor. Podía captar como sus compañeros que iban a coger el coche se quedaban mirándolos, entre sorprendidos y contentos, y como en los ventanales de administración se acumulaba la gente para ver qué estaba pasando. Pero a él le daba igual, cuando creía que era imposible, que era un simple sueño, estaba besando a la niña que le traía loco desde hacía unos meses.

Se separaron y la miró, queriendo preguntar. Quería saber qué es lo que había cambiado, qué es lo que había pasado, qué había en la mente de su niña. Ella intentó hablar, pero lo único que consiguieron fue fundirse en un nuevo beso…

El despertador volvió a sonar a la hora de siempre.

3 comentarios:

satrian dijo...

O_o, no tengo palabras.

satrian dijo...

Me ha encantado el relato, chapeau, me quito el sombrero virtualmente.

hesisair dijo...

Gracias satri. Las noches de aburrimiento en el trabajo pueden dar mucho de sí.