martes, 26 de octubre de 2010

Solos en la madrugada (III)

Los abismos de los sentimientos están más cerca de lo que uno nunca podría imaginar. Basta con que creas que ya han pasado los 19 días y 500 noches necesarios para superar un desengaño para que este te aceche e intente desestabilizarte cuando menos te lo esperas.

Y juro que lo tenía / tengo superado. Ahora no lo tengo tan claro. Todo fue culpa del alcohol. O de mi propia cabeza. JL ya me dijo que no podíamos seguir como buenos amigos después de todo, que eso no iba traer más que problemas a la larga. No le hice caso y sigo creyendo que hice bien. No le hice caso porque por encima de todo era una persona con la que congeniaba y de la que había sido amigo mucho antes de que todo pasara. Pero nunca creí que eso me ocasionara “problemas” una vez que lograra superar lo que me ataba a Amy.

Pero seguramente los caminos de los sentimientos son incontrolables, y sólo es necesaria una noche de alcohol y risas para desmontar todo el castillo montado con esmero durante largos meses.

Porque en ese momento da igual lo que cuentes. Da igual que intentes controlar el salto que te da el corazón cuando la sacas del sofá a las 12 de la noche para que se venga a tomar unas cervezas con vosotros. Da igual que le hagas creer que hay otra persona en tu corazón que ella no conoce, cuando no te lo crees ni tú. Da igual que le convenzas de que estás en otra fase de tu vida. Da igual que aparentes desapego cuando, borrachos los dos, se te abraza para haceros una foto juntos. Da igual que intentes mantener la calma cuando la dejas en el portal de su casa y se te queda mirando con sus preciosos ojos verdes. Dan igual tantas cosas cuando sientes que tu corazón se desboca de nuevo y te intenta meter en lugares dónde no deberías estar.

Pero es en estos momentos dónde se muestra la fortaleza de uno y es entonces cuando uno se tiene que demostrar a sí mismo que lo que no funcionó una vez tiene el 99’9% de posibilidades de que vuelva a no funcionar (si no son el 100%) Y para éso, es mejor que uno no se meta en esos problemas. Porque sufrir por desamor no se hace por gusto. Por lo menos en mi caso...

lunes, 25 de octubre de 2010

Hoosiers: más que ídolos

Ayer estuve en Barcelona. Ayer quise ver a mi CAI Zaragoza jugando en la cancha del mejor equipo de Europa, el Regal Barça. Ayer viví uno de los momentos mágicos que nos da el baloncesto que tanto amamos de vez en cuando. Ayer el pez chico se comió al pez grande primero con un triplazo imposible de Quinteros para forzar la prórroga y luego con una canasta de Van Rossom cuando la bocina estaba sonando en el Palau.
Lo que vivimos los pocos caístas que nos encontrábamos en las gradas quedará para siempre en nuestra memoria. Gritos, saltos, abrazos y miradas de incredulidad ante lo que acabábamos de ver. Sí, había tenido una semana terrible y ésto me ayudó a sonreír un poco.
Pese a todo, nos queda mucha ACB por delante y el objetivo sigue siendo el mismo. Pero como dijo el gran Andrés Montes, "la vida puede ser maravillosa", y ayer lo comprobé una vez más.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Solos en la madrugada (II)

Ciclotimia.-
RAE(Del gr. κύκλος, círculo, y θυμός, ánimo). 1. f. Med. psicosis maníaco-depresiva.
Wikipedia: La ciclotimia es un trastorno del humor considerado una forma suave de trastorno bipolar. Está definido en el espectro bipolar. Específicamente, este trastorno es una forma suave de trastorno bipolar tipo I, consistente en alteraciones recurrentes del humor entre la hipomanía y el humor distímico. Un solo episodio es suficiente para diagnosticar trastorno ciclotímico; sin embargo, la mayoría de personas tienen asimismo periodos distímicos o de distimia. Nunca se hace diagnóstico de trastorno ciclotímico cuando hay historial de manía o episodios mixtos o de depresión mayor. El trastorno ciclotímico prevalece en 0,4-1% de los casos. La tasa parece igual en hombres o mujeres, aunque las mujeres buscan tratamiento más a menudo.

Solos en la madrugada

Emma: - Cuando hablas con ella o de ella se nota que se te cae la baba.
Yo: - ¿?
Emma: - Y si yo lo noto (que me da igual), seguro que lo nota ella.
Yo: - Cuando hablo contigo, ¿me comporto distinto que con ella?
Emma: - Ehhhh, no.
Yo: - ¿Crees que estoy enamorado de ti?
Emma: - No.
Yo: - Fin de la conversación.

martes, 19 de octubre de 2010

Moriría por vos

De repente, vuelvo a entrar en barrena, en caída libre. Y otros ratos me vuelvo a venir arriba. Eran sensaciones que creía tener olvidadas desde hacía muchos meses pero que de repente, me vuelven a acompañar. Tan pronto me ilusiono con ir a Barcelona a ver a mi CAI Zaragoza este fin de semana o con el último episodio de Dexter o Glee; como me empequeñezco echado en mi cama, en este cuarto prestado que ya me he cansado de habitar y que acumula series de televisión, películas y libros por los suelos porque no tengo lugar dónde guardarlos. Y entonces mi cabeza vuela hacia futuros indeseados pero muy cercanos a materializarse, hacia pasados que pudieron ser y no fueron o hacia malditos presentes que parecen no cambiar nunca. Y lo peor es que sé que no tengo razones para quejarme o para hundirme, porque al fin y al cabo la vida es así y siempre me han enseñado que los malos momentos siempre vienen compensados por buenos momentos. Aunque la mayor parte de las veces pienso que ya iría siendo hora de que me tocara vivir buenos momentos.

Quiero que me quieran. Punto. No sé si es tan difícil de entender como si estuviera escrito en caracteres chinos, pero a mí me parece algo muy sencillo. Sé que no puedo pedir imposibles. Sé que con casi dos metros de altura, peso tirando a alto y la cara que me ha tocado en suerte no puedo pedir milagros, pero nunca pensé que las cosas pudieran ser tan complicadas ni tan extrañas.

No puede ser que todas las mujeres por las que me he sentido atraído en mi vida acabaran siendo mis amigas, y que fueran incapaces de verme como un hombre, como lo que soy. Y sé que con esta frase que acabo de escribir no soy justo, porque no puedo exigir ni obligar a nadie a tener unos sentimientos, unos pensamientos, igual que no me gustaría que hicieran lo mismo conmigo. Y esto no quiere decir que me sienta atraído por todas las mujeres que hay en mi vida. Porque no es así y nunca ha sido así. Nunca se me pasaría por la cabeza que Emma fuera algo más que mi amiga, por poner un solo ejemplo de varios que hay.

Simplemente las noches son muy largas, las tardes de trabajo eternas, y levantarse a las cinco y media de la mañana sin tener a nadie a tu lado a quién dar los buenos días es descorazonador cuando la temperatura externa te hace pensar que estarías mejor arropado y abrazado a alguien que te dé calor en tu cama.

Pero como dice el refranero, que es la persona más sabia que conozco: "Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible".

lunes, 18 de octubre de 2010

Cita a ciegas (V)

Al día siguiente era como si su vida hubiera cambiado. De repente se encontraba de buen humor, y así se lo hicieron notar todos sus compañeros de trabajo. La verdad era que por primera vez en muchos meses lo había pasado muy bien y todo había sido gracias a ella. Aquella tarde, cuando encendió el ordenador, la buscó en ese instrumento del diablo que es el Messenger. Se sentía bastante torpe con ese aparato, nunca había sabido como comenzar una conversación con la gente, pero pensó que después de la noche anterior las cosas irían rodadas. Pero no fue así. Ygerne sí que se encontraba al otro lado del ordenador, pero sintió como si toda la magia se hubiera perdido. La conversación avanzaba a trompicones, sin mucho sentido, con demasiados silencios, hasta que decidió dejarlo desilusionado. Nada era como la tarde anterior y empezó a pensar en que todo había sido un sueño. Bonito, pero un sueño al fin y al cabo.

En el trabajo perdió rápidamente su buen humor y volvió a encerrarse en sí mismo. Hasta que el viernes por la tarde, saliendo del trabajo recibió una llamada al móvil. Era un número extraño, parecía de centralita, de esos números que siempre rechaza y nunca coge la llamada. Pero la cogió. Y era ella de nuevo, Ygerne. Con voz de enfado le preguntó por qué había desaparecido desde el lunes y no había ni siquiera llamado. Juan empezó a notar como se atrancaba y le temblaba la voz sin saber cómo explicarse hasta que Ygerne comenzó a reírse al otro lado de la línea. Se la había pegado de nuevo. Comenzaron ahora sí a hablar en serio, una conversación distendida hasta que al final Ygerne le dijo de quedar el domingo por la tarde a tomar un café. “En campo neutral”, añadió. Juan aceptó intentando que no se notara la euforia que sentía ante la posibilidad de volver a estar con ella y quedaron para el domingo.

Juan descubrió que lo que Ygerne entendía como campo neutral era un parque que se encontraba al lado de su casa. Le mosqueó esa coincidencia, aunque no entendía la razón por la que estaba tan a la defensiva con ella, hasta que se encontraron y se saludaron; el momento en el cuál la magia volvió a nacer, el momento en que todas las reticencias que asomaban por su cabeza se esfumaron. Aquella tarde estuvieron en el cine y luego fueron a cenar. Aprendió mucho más sobre ella, conoció su vida en la ciudad en la que nació, le contó el dolor que sintió cuando tuvo que trasladarse en su adolescencia tan lejos de su origen. Cómo tuvo que dejar a todas sus amigas, con las que había acabado por perder el contacto, cómo había tenido que construir una nueva vida al lado del gran río. Cómo la primera época fue horrible y sólo encontró el apoyo de Bea, a la que conoció en su primer día en su nuevo instituto. Y cómo desde entonces Bea y ella habían sido inseparables, se había convertido para ella en una hermana. Él, a su vez, le contó su infancia en un pueblo con mar, y cómo su llegada al interior le hacía sentir que le faltaba algo, que anhelaba esa inmensidad que veía desde su ventana todas las mañanas al levantarse. Hablaron de muchas más cosas. De sus respectivos estudios, de sus ansias de libertad y de aquello que descubrieron que eran pasiones comunes: los viajes y los libros, conocer lugares distintos, culturas diferentes, o soñar con ellas, imaginarlas a través de las palabras escritas.

Continuará...

sábado, 16 de octubre de 2010

Andrés Montes, hace un año

Hoy hace un año que murió la persona que mejor narraba el baloncesto, que mejor entendió el deporte que amamos como un espectáculo. Hoy hace un año que murió la persona que consiguió junto con su eterno compañero Antoni Daimiel dejarme múltiples noches en vela para verles transmitir decenas de partidos de la NBA. Hoy hace un año que murió la persona que nos contó que España fue campeona del mundo de baloncesto una mañana de septiembre en Japón. Hoy hace un año que murió el presidente del Calabazas Club. Hoy hace un año que murió el rey de los jugones. Hoy hace un año que murió Andrés Montes. Y seguimos echándole de menos.

Como homenaje, así nos contó el último partido y la última canasta de otro de los más grandes, Michael Jordan:

viernes, 8 de octubre de 2010

The L world

Para Ana, porque Isa le hará la mujer más feliz del mundo
y sus amigos lo veremos.

Cuando era una niña siempre soñó con su príncipe azul, aquel que la colmara de atenciones, de besos y de amor. Un amor tan puro y tan real que le ayudara a olvidarse de todo lo malo que la podía rodear.

Cuando se hizo mayor y alcanzó la juventud encontró a ese maravilloso príncipe azul y creyó que su vida no podía ser mejor. Y así un día lo convirtió en su marido.

Pero pasaron los días y ese príncipe azul no era todo lo que siempre había querido, o por lo menos no le daba todo lo que siempre había querido.

Y cuando todo estaba perdido y creía que su vida no iba a ser la perfección que soñó en su infancia nunca más, encontró a su princesa azul.

Y pese a que gran parte de la gente que la rodeaba no supo ver que la felicidad estaba por encima de convenciones, ella consiguió lo que siempre había anhelado, ser la persona más feliz del mundo.

Y ella y su princesa azul fueron felices y comieron perdices durante toda la eternidad.