lunes, 26 de julio de 2010

París (II)

¿Qué puedo decir de París que no sea manido, repetido, escuchado cientos de veces? No, no me voy a creer tan importante como para prometeros algo nuevo sobre la ciudad de Nôtre Dame o la Sainte-Chapelle. París fue cinco meses de mi vida hace diez años, y desde entonces ha sido mucho más. Desde entonces ha sido la primera ciudad que se me ocurre cuando me planteo unas vacaciones, la ciudad a la que quisiera llevarle a ella sea quién sea, la ciudad en la que todo da igual mientras paseas por la île de Saint-Louis.


Robert Doisneau, el autor de la fotografía que ilustra esta entrada, retrató como nadie el París de la segunda mitad del siglo pasado, la vida cotidiana de sus gentes, el ambiente que rodea a toda la ciudad. Pero sobre todo retrató el amor que se desborda por cada uno de los rincones de la ciudad, las parejas que van juntos a la compra o a esa cita en la que soñarán con que la vida les siga sonriendo eternamente.
Este Septiembre, como una pequeña parte de mis vacaciones pasaré unos días en París, respirando ese ambiente, imaginando el París de Doisneau cuando pasee por la colina de Montmartre, oliendo el amor que está en el aire en cada uno de los rincones de la ciudad, y recordando que una vez viví al lado de los Champs-Elysées.
Y quisiera que ella se diera cuenta y viniera conmigo, quisiera que fuéramos protagonistas de una estampa de Doisneau. Porque si París cuando la disfrutas en solitario es la ciudad más maravillosa del mundo, no quiero ni pensar lo que será cuando se la enseñas a quién consigue habitar tu corazón...

sábado, 17 de julio de 2010

La boda de mi mejor amiga

El sábado que viene, a estas horas, Emma estará casada. Algunos habituales recordareis a Emma. Es mi mejor amiga mujer, la culpable de que Amy se metiera en mi cabeza y de otras muchas cosas. Pero sobre todo es una de las personas con mejor corazón que conozco. Aunque a veces le cueste demostrarlo. Aunque a veces quieras matarla cuando se le escapa ante otros algo que le has contado. Aunque a veces le guste demasiado meterse en tu vida con la intención de ayudar y lo complique más. Pero da igual. Fue la primera (y casi única) persona que en el trabajo se dio cuenta de mi estado cuando mi vida se iba por la borda. Y fue quien puso más cosas para intentar ayudarme. Siempre tenía una palabra agradable y hemos acabado cogiendo la costumbre de regalarnos libros. Y por supuesto, para su boda le he regalado uno. Quizás el más evocador que he leído últimamente.
Emma siempre dijo que nunca se casaría. Que no creía en esas cosas y que se conformaba con vivir con aquel que amaba y le amaba. Hasta que un día hace casi un año, de charla, como si nada, nos comentó a Amy y a mí que se casaba. Amy casi se atraganta y a mi me dio la risa. Pero resulta que era verdad, que cuando todos le habíamos dado por imposible (hasta su futuro marido) ha decidido casarse. Y no sólo casarse, no. Sino hacerlo ¡en la Basílica del Pilar! Carlino tiene la teoría de que cuando vaya a entrar en la basílica el cielo se oscurecerá y empezarán a verse rayos y sonar truenos.
Y aunque no me guste ir a las bodas, me resulten descorazonadoras, me aburran soberanamente, el sábado a mediodía estaré en la Basílica del Pilar. Porque pocas veces en la vida se casa una buena persona. Y menos veces todavía uno puede presumir de que sea su amiga.

P.D.: Ha prometido que no nos va a hacer tíos. Pero también prometió que nunca se casaría...