La había conocido por casualidad, una noche que decidió salir a dar una vuelta por los alrededores de su casa para intentar combatir su insomnio. Ella estaba paseando a su perro y sin saber por qué comenzó a hablar con ella. Pese a que los perros no le gustaban absolutamente nada, pero lo hizo.
Era divertida, agradable, simpática, y tenía unos preciosos ojos verdes que se le clavaron en su mente desde el primer momento.
A partir de aquel día, todas las noches bajaba a la misma hora a la calle y se encontraba con ella y su perro. Y hablaban horas y horas hasta que a veces la mañana les sorprendía en ese parque.
Y un día, en mitad de una de esas conversaciones, él no aguantó más y quiso besarla. Ella se apartó y dijo: “Nunca me han besado”. Ya no volvió a verla.
La leyenda del montañero solitario
Hace 1 año
2 comentarios:
¡Ay, qué historia más triste! Sobre todo por ella, que no lo merecía a él (aunque solo es mi opinión).
Ummm, no es ese el sentido que tenía en mi cabeza cuando lo escribí... pero igual tienes razón...
Pensaré en ese punto de vista. Ah!, y bienvenida!!!
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